domingo, 25 de abril de 2010

El que no muere (2ª parte) + tema de Barricada

Tras quitarles lo poco que llevaban son separados por una simple valla, los hombres a un lado y las mujeres y niños al otro. Atanasio y sus hermanos nunca más volverán a ver a su padre. Hacinados, los niños no saben que más de 30.000 personas están concentradas en ese secarral de tierras resecas bajo el sol. Sin condiciones higiénicas, con el agua racionada recordarán más tarde cómo los Italianos repartían la escasa comida, jugando en algunas ocasiones a burlarse de los niños cuando tras tirar al suelo algunos restos, les golpeaban mientras las criaturas se afanaban por recuperar algún trozo de chocolate con arena.
A los pocos días les conducen a un cine. Nuevamente hacinados, los pocos que han conseguido una butaca no la abandonan. En ella, duermen, orinan y defecan durante un día y una noche.
Desde allí empieza la devolución a sus lugares de origen. El camino que una noche hace casi dos años emprendieron con la esperanza de sobrevivir al horror se truncó en la costa. Como con el hilo de Ariadna, vuelven los pasos hacia atrás. A los hombres los conducen por separado. La madre y los niños son custodiados hasta su pequeño pueblo toledano. Allí los mismos que les empujaron a la huida les están esperando. Saben que llegan los “rojos” que escaparon.
A la entrada del pueblo les insultan y abuchean sin que sus guardianes hagan nada por evitarlo. Los niños presencian cómo su madre es golpeada repetidamente antes de llevársela detenida al Ayuntamiento. Con ella va la hermana pequeña, apenas poco más que un bebé. Los otros cinco hermanos, sucios, avergonzados y asustados quedan al cuidado de la abuela.
Aún pasaron algunos días en que la abuela y los cinco hermanos fueron a visitar a sus padres a la cárcel de Ocaña. Sólo pudieron escuchar los gritos de dolor de la madre ante las palizas hasta que los padres fueron fusilados con más de cincuenta presos. Les comunican que la hermana pequeña ha muerto. Ni un documento, ni un cuerpo…Tal vez no murió y esta mañana me la crucé en cualquier calle; tal vez murió de desatención y pena. Aún tuvieron que sufrir humillaciones en el pueblo como la de desfilar la hermana mayor, con trece años junto con más niñas represaliadas con la cabeza rapada y un camisón por el centro del pueblo.
La abuela Gregoria vendió malamente las escasas pertenencias y a cargo de mi padre y mis tíos marcharon a Toledo. Era el año 39 y como todo un país tuvieron que levantar cabeza desde lo más hondo. Mendigando, viviendo en un castillo abandonado ocupado por varias familias que como ellos sólo tenían el instinto de supervivencia para salir a flote. El resto es otra historia.
Como todo un país, los hijos de los vencidos, niños anónimos, dejaron la infancia en una cuneta y tuvieron que crecer apresuradamente engañando al reloj para seguir sobreviviendo. Su propia supervivencia y el ejemplo de sus vidas fue su victoria, la que sus padres no pudieron tener.


Vídeo con un extracto recitado del relato más el tema LAS 7 DE LA TARDE de BARRICADA dedicado al campo de concetreción Los Almendros, incluido en su nuevo trabajo conceptual LA TIERRA ESTÁ SORDA sobre las víctimas de la guerra

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